jueves, 5 de noviembre de 2015

Nunca es tarde para el perdón

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Kurt tiene cuarenta años y ejerce como psicoterapeuta en Florida. Descubrió algo fundamental en su vida después de que su padre muriera de infarto múltiple.

   Yo siempre me había preguntado: ¿por qué papá no me quiere?. En vida, nunca fue un hombre cariñoso. Nos regañaba todo el tiempo, y también nos pegaba. Incluso llegó a maltratar a mi madre.
   Al tercer día de su muerte, se me apareció. Estaba idéntico a cómo era antes de pasar a mejor vida, salvo que era transparente. Su cuerpo era como una bruma gris, pero era perfectamente reconocible. A su espalda había una luz brillante.
   Papá estaba llorando. Había venido a pedirme perdón. Me dijo que sentía mucho lo mal que me había tratado, no sólo a mí sino a toda la familia, y a muchas otras personas. Ahora, sabía que había obrado mal. Quería que yo entendiera que, siendo niño, a él lo habían tratado igual de mal y lo habían educado así.
   Me dijo también que me quería, que siempre me había querido, pero que nunca había podido demostrármelo a causa de su educación. Luego desapareció.
   Al cabo de un momento, yo mismo me eché a llorar. Me había quitado un peso de encima.
 Nunca es demasiado tarde para ofrecer un disculpa sincera y pedir perdón. A menudo las personas fallecidas cambian radicalmente después de morir, como le ocurrió en sólo tres días al padre de Kurt. Desde la muerte veía su propia vida con más perspectiva y por eso estaba tan profundamente arrepentido de sus maltratos.

Fuente:
Saludos desde el cielo,
Bill Guggenheim y Judy Guggenheim.


"Perdonas cuando reconoces que nunca hubo nada que perdonar sino algo que comprender."


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