miércoles, 10 de junio de 2015

Los muertos nos hablan, algunos nos aman.




Como tú, sufro
La negra separación permanente
¿Por qué lloras? Mejor dame la mano
Y prométeme volver en un sueño.
Tú y Yo somos un monte de dolor.
En esta tierra tú y yo jamás nos encontraremos.
Si pudieras tan sólo enviarme a medianoche
Por medio de las estrellas tu recuerdo.
ANA AJMÁTOVA

lunes, 8 de junio de 2015

Extracción de espiritus "malignos". Liberando un alma. Suprimiendo una condena. CHAris la CHAmana. La Lepra


Una mujer vino a la Colina del Santuario (espacio sagrado). Padecía una enfermedad en los huesos que hacía que estos fueran frágiles como bastoncillos; se rompían con facilidad y tardaban mucho en soldar de nuevo. El más ligero golpe provocaba una contusión que se hinchaba y producía un gran dolor y podía llegar a durar muchos días...

¿Cómo te llamas? - preguntó Charis con dulzura, al tiempo que se acomodaba en un taburete de tres patas junto al jergón de la mujer .
- Uisna - respondió con una sonrisa tirante a causa del dolor.

¿Puedo ver tus manos, Uisna? - Charis tomó las manos de la mujer en las suyas. La mujer hizo una mueva de dolor miestras Charis, con suma suavidad, examinaba los cardenales. Los pies y piernas estaban iguales: la belleza, convertida en algo grotesco por la magnitud de la enfermedad...

¿Podéis ayudarme? - inquirió Uisna en voz muy baja. Era una súplica, una oración -. Me duele mucho.

- El Dios de este lugar ayuda a todos aquellos que invocan su nombre.
- Entonces decidme el nombre, por vaor, para que pueda invocarle.

Charis miró con fijeza a los ojos llenos de dlor de la mujer y repuso:
- Su nombre es Jesús, Señor del Amor y de la Luz, Todopoderoso, Señor de los Cielos. Es el Hijo del Buen Dios, el Dios Eterno.

   Lo que entonces sucedió fue lo más inesperado. No bien Charis había pronunciado el Nombre, la cabeza de la mujer se hechó atrás con violencia y un alarido de terrible tormento surgió de su gargante. Su cuerpo se quedó rígido, las venas del cuello y de los brazos se destacaron debajo de la piel, y, retorciéndose, se desplomó sobre el jergón.
   Charis se puso en pie de un salto, y yo me precipité hacia adelante, pero ella extendió una mano para mantenerme alejado.
   - No, no te acerques. Hay un espíritu maligno en su interior - me dijo.
   El cuerpo que se revolcaba sobre el jergón empezó a reír: un sonido repugnante y odioso.
   - ¡No puedes ayudar a esta perra! - aulló la mujer con una voz áspera y rencorosa -. ¡Es mía! ¡La mataré si la tocas!.
   Charis sacudió la cabeza en dirección a los "hermanos" que permanecían junto a ella. -Sujetadla para que no se haga daño - rogó.
   Los monjrs se arrodillarón junto al jergón y con suavidad, pero con firmeza, sujetaron los convulsionados miembros de la mujer. Charis, con la cruz y el unguento, también se arrodilló.
   -En el nombre de Jesucristo. Hijo vivo de Dios. abjuro de ti. espíritu impuro, te exigo que abandones a esta mujer.
   La mujer, pobre desdichada, se vio asaltada al instante por violentos temblores, convulsiones que se apoderaron de todo su cuerpo, arrojándola contra el lecho de paja una y otra vez, a pesar de los esfuerzons de los hermanos. Al mismo tiempo, aquela risa odiosa brotó de nuevo; brotaba de su garganta como si viniera de una gran distancia.
   - ¡JES-S-S-S-Ú-Ú-Ú-S! - siseó con perverso regocijo -. ¡Bas-s-sstardo de los Ciel-oos! ¡ A-a-a-a-j-j-j-a-a-a!
   Los monjes retrocedieron horrorizados, pero charis ni siquiera parpadeó. Alzó la cruz que sujetaba.
   - ¿Silencio! - ordenó - ¡ No blasfemarás en su Santo Nombre!
   El espíritu contraho el rostro de la mujer en una mueva horrible.
   - ¡Oh, oh, por favor, no te enojes con nosotros!
   - Lloriqueó -. Por favor, gran señora, no te enojes con nosotros.
   - ¡En el nombre de Jesucristo, te ordeno que calles! - Insistió charis.
   La mujer se convulsionó; su estómago se hinchó y un gás fétido surgió de sus entrañas. Escupió, y sus espumarrajos estaban amarillentos de pus. Extendió las piernas manchadas, y lanzó sus hediondas ventosidades.
   El abad Elfodd apareció entonces; se santiguó y penetró en la habitación...
   La mujer yacía inmovil, jadeante como un cerdo agotado. Al ver al abad, sus ojos se abrieron de par en par; chilló y escupió más de aquel veneno repugnante. Sus manos se convirtieron en garras, y las alargó hacia él en un intento por arañarlo, murmurando obscenidades todo el tiempo.
   Charis se arrodilló de nuevo, sujetando la cruz ante ella. Me maravillé ante su compostura; se mostraba tan calmada, tan segura de sí misma...
- Uisma - dijo con suavidad -, ahora voy a ayudarte. - Sonrió con la dulzura con la que se sonrie a una pequeña niña. Tan Llena de belleza y esperanza, que creo que sólo ella hubiera curado cualquier mal - ¡Alegraté! El señor se complace en curarte en este día, hija.
   Los ojos de la pobre Uisna quedaron en blanco y escupió más pus y bilis, y empezó a ahogarse en ella.
   El abad se inclinó y le levantó la cabeza. El brazo de la mujer salió depedido hacai arriba y golpeó a Elfodd en la mejilla, con tal fuerza que lo arrojó contra la pared. Los monjes rezaron en voz más alta.
   - No me he ehcho daño - les tranquilizó Elfodd mientras se fortaba la mandíbula y regresaba a su sitio- . Continúa.
   En nombre del Altísimo, señor y Creador de todas las cosas, lo visible y lo invisible, y en el nombre de su Santo Hijo, Jesus, Amigo, Amado y Redentor de los hombres, renuncio a ti, ser diabólico. Te ordeno que salgas de esta mujer y dejes de afligirla para siempre.
   -Charis sostuvo la cruz ante el rostro de la mujer; Uisna retorcedió ante ella. En su rostro se alternaban expresiones de terror y de triunfo.
   -¿En el nombre e Cristo, vete!. - gritó charis.
   Al instante, la mujer exhaló un atormentado grito. Pareció como si la luz del sol se nublase y la habitación se helara. Un viento impetuoso lleno la estancia. Ese viento invisible la rodeó una vez, dos, una vez más, y luego, alzando la paja del techo, desapareció en el claro azul del cielo.

   Uisna yacía como un cadavér: flácida, el rostro ceniciento, sin aliento. Pero Charis colocó la cruz de madera sobre el pecho de la mujer, para que el espíritu de Crsito entrara en ella,  y tomó sus manos manchadas entre las suyas; luego empezó a frotarlas con suavidad. El abad Elfodd alzó el frasquito de los oleos, ofreció una acción de gracias y una bendición y, tras mojar su dedo, ungió lafrente de Uisna.
   Tanto Cahris con Elfodd rezaron entonces sobre la mujer, pidiendo a Jesús que le perdonara sus pecado, sanara su cuerpo y su alma y la admitiera en su Reino. Se hizo con gran sencillez, y,  cuando termnaron, Elfodd anunció:
   - Despierta, querida hermana, estás curada.
   Visna abrió los ojos. Contempló a las dos personas que se inclinaban sobre ella, perpleja.
   -¿Si?... ¿Qué ha sucedido?...
   - Te has salvado - contstó Elfodd- . Y has sanado.
   Uisna se sentó despacio en el jergón. Levantó las manos y su boca se abrió asombrada. Los grotescos moratones habían desaparecido, y su piel aparecía suave y blanca
. Alzó el borde de sus manos:ni ussu pies ni sus piernas lucian ya aquel horrible color moteado; la carne aparecía firme y sana, la pierna que había estado partida, recta y sin mácula...

- Debes mantener tu fe, hermana - advirtió Elfodd con amabilidad-. Renuncia al pecado , Uisna; toma a Jesús como a tu Salvador, y confía sólo en él. Llenaté del Señor y de su Santo Espíritu Guardian para que el espíritu maligno no pueda regresar...

   - ¿Hay muchas como ella?
   - Sí - suspiró Charis-, Y cada vez más. Ella es la tercera desde el invierno. El abad Elfodd me ha dicho que sucede lo mismo en otros lugares. Ha hablado de ello con el obispo; se cree que es una epidemia...

Merlin. Sthephen R. Lawhead.

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NOTAS sobre la Lepra:
- En la India, la primera mención de la lepra ―así como su cura ritual mediante plegarias― aparece con el nombre de kilasa (‘mancha blanca en la piel’).
- Los sabios sostienen que a veces un hombre es maldecido con esta enfermedad ―mediante la retribución divina― por haber matado a un sacerdote (brahmán), a una mujer o a un familiar, así como por haber realizado actos de impiedad. La lepra volverá a atacar en su siguiente nacimiento a un hombre en caso de que haya muerto de lepra. La lepra no curada es la enfermedad más dolorosa y problemática.
- Un leproso eliminará esta enfermedad si observa una dieta adecuada, una conducta intachable, si practica toda clase de penitencias expiatorias y si recurre a los medicamentos adecuados.
http://www.abc.es/20110130/sociedad/rc-fontilles-ultima-leproseria-europa-201101292330.html

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Reflexión Chamanica:
   Moratones y caidas son recuerdos traumáticos, olvidados en el incosnciente, de una infancia llena de golpes dados por seres que debian haber dado amor. Para sanar tienes que traer tu pasado a tu presente y, desde el futuro hablarle a tu niño interior. Decir las palabras y sacar sentimientos que, para tu niño interior, serán mágicas y para ti, sanadoras.
XrlyXmen